QUINTAESENCIA(MATERIAL) DEL ( CUARTO ) PODER EN EL QUE DESTACAMOS LA TV
ASINCRO Y FILOMEDIA LA TELEVISIÓN : QUINTAESENCIA MATERIAL Y ESTRUCTURAL DEL ( CUARTO ) PODER En México , la más importante Universidad de titularidad del Estado y con carácter administativo de Universidad Autónoma, la UNAM, ha sufrido dos históricos ataques por parte del propio Estado: la del año de la Olimpíada del 68 que culminó con la matanza y masacre de estudiantes y activistas de la izquierda mexicana en la Plaza de las Tres Cuturas en Taltelolco (DF) y la del año 2000, sobre la cual enlazamos aquí con la conferencia de Carlos Fazio que llevaba por título A propósito de la ingeniería del consenso: Los megaultras del poder
y la reconquista de la UNAM impartida en la Universidad Veracruzana, de la ciudad de Xalapa, capital del Estado de Veracruz(México) en el año 2000 En ambos ataques fueron decisivos dos poderes de la sociedad política: el ejército y el ejecutivo No pdemos sin ambargo dejar a un lado el papel del cuarto poder , los medios de comunicación, en tales ataques contra la Universidad Nacional Autónoma de México y lo que su presencia social y política en México implica como centro de formación de estudiantes universitarios y de investigación en las diferentes áreas científicas y culturales.Y debemos destacar de entre estos medios el más poderoso , visto desde su fuerza en tanto poder para controlar y manipular el mundo social real de los cuerpos políticos y sus diversas capas y vetores internos , ascendentes y descendentes en una dialéctica que hace en el presente que la televisión de ete presente sea un elemento esencial para mantener el Poder dominante en todas las ramas necesarias para una duración efectiva de las democracias de mercado en tanto ellas son el modelo que se pretende consolidar ideológicamente como la UNICA VIA O CAMINO HACIA LA LIBERTAD Y LAS GARANTÍAS de los ciudadanos Quisiera poner a continuación algunos párrafos tomados de la mencionada conferencia del periodista y analítico político Carlos Fazio en los que se refiere a algunas caracterizaciones críticas sobre el modelo de la que podríamos definir como teledemocracia, en el sentido materialista y crítico que le dan algunos autores como Noam Chomsky (Manufacturando el consenso ) Edward Herman ( con Chomsky: Los guardianes de la libertad y su Los Medios Globales, con Robert Mc Chesney) o Gustavo Bueno en libros como Televisión: apariencia y verdad o Telebasura y Democracia TEXTO DE CARLOS FAZIOEl mensaje esquizoide del gobierno fue propalado, de manera principal, por una televisión que idiotiza a la gente mediante la manipulación y la simulación –para utilizar los conceptos del crítico alemán Hans Magnus Enzensberger– difundiendo la falta de lógica, entorpeciendo el pensamiento abstracto, invitando a perder la memoria y la imaginación.
El juego sucio lo hicieron los profesionales de la lágrima. Los cultores del ditirambo del poder. Los campeones de la trivialidad, histéricos del rating. Escandalosos conductores histriónicos que a diario nos presentan una caricatura de la realidad. Los nuevos policías del pensamiento que nos adelantaran George Orwell y Aldus Huxley. Los obsequiosos vengadores públicos de la pantalla chica, nuevos apóstoles del linchamiento colectivo.
Desde que la televisión tomó el poder, la imagen determina la realidad. En nuestro mundo de hoy si no hay imagen no hay realidad. Sólo lo visible merece información. Lo que no se ve, no aparece en la televisión. Por lo tanto, no existe. En los dos últimos decenios, la televisión pasó de ser “un instrumento del poder” para “manipular los espíritus” en beneficio de la clase dominante, a ser el medio que determina la información, la norma, impone su orden jerárquico y sus tiempos.
Históricamente, la prensa se construyó “contra” el poder político. Fue una comunicación liberadora. Hasta hace poco informar era proporcionar la descripción precisa y verificada de un hecho, y aportar un conjunto de elementos de contexto que permitieran al lector comprender su significado profundo. Hoy, bajo la dictadura de la televisión, informar es “enseñar la historia sobre la marcha”, nos dice Ignacio Ramonet.2 O sea, hacer asistir al teleespectador, al ciudadano –si es posible en directo– al acontecimiento.
El acto de “telever”, señala Sartori,3 ha provocado un cambio en la naturaleza del hombre: sometida a la primacía de la imagen, la sociedad está condenada a “ver sin entender”. La televisión produce imágenes y anula conceptos y contextos, y de ese modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender. “La imagen no se ve en chino, árabe o inglés; se ve y es suficiente”. Así, la ignorancia casi se ha convertido en virtud. La imaginación se ha cosificado.
En México, por ejemplo, para “explicarnos” la realidad están los conductores estrellas de los noticieros de Televisa y TV Azteca y “los cuatro hombres de negro” de Canal Once. Se trata de un “videopoder fantasma” que vive en amasiato con el poder político, en una relación de mutuo beneficio. Una televisión manejada por individuos con bajo nivel intelectual y profesional, lo que para Sartori equivale a “otorgar mucho poder a un chimpancé”. Esa televisión construye la actualidad y condena prácticamente al silencio y a la indiferencia a los hechos que carecen de imágenes. Pero, además, un hecho es verdadero no porque corresponda a criterios objetivos, rigurosos y verificados en las fuentes, sino por la mera repetición de una noticia, aunque ella haya sido construida sobre mentiras. El ejemplo clásico es el de la Guerra del Golfo, que hoy sabemos constituyó una gran manipulación, “una fantástica operación de mistificaciones y censura”, montada sobre un discurso propagandista.4 Lo mismo ocurrió después con la saturación de noticias sobre los “bombardeos humanitarios” y los “misiles estúpidos”5 del Pentágono y la socialdemócrata Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra la ex Yugoslavia, para acabar con el nuevo “monstruo”: Slobodan Milosevic.
La ideología de la comunicación total –esa especie de “imperialismo comunicacional”, le llama Ramonet– tiene como eje el periodismo televisivo y está estructurada como una ficción. Se rige por las leyes del espectáculo estilo Hollywood; no está hecha para informar sino para distraer (infotainment). Es la industria del entretenimiento metida a hacer política para reproducir sus intereses corporativos. Así, los noticieros no informan, subinforman. Con lo cual los ciudadanos no pueden formarse una opinión sólida acerca de la vida pública. En este sentido, la televisión cumple una función despolitizadora.
Muchas noticias no se ofrecen, porque para los nuevos amos de la realidad virtual no son “video-dignas”. A su vez, los informativos de TV presentan una rápida sucesión de acontecimientos breves y fragmentados, lo que produce un doble efecto negativo de sobreinformación y desinformación. Hoy la información es superabundante y nadie la controla. Pero esa “pseudoinformación diluvial, confusa y descontextualizada” cierra el acceso a la realidad, sostiene Horst Kurnitzky.6
A esto se suma la excesiva personalización de los periodistas –el conductor “estrella”–; la prioridad otorgada al sensacionalismo, al amarillismo y a la “nota roja”, y la práctica sistemática del olvido o la amnesia. Porque los media le declararon la guerra a la memoria y, seductores, distraen a los ciudadanos en nombre “del mejor de los mundos posibles de toda la historia”, apartándolos de la acción cívica y reivindicativa.
En los tiempos del neoliberalismo triunfante, con su nuevo sistema mediático, la información está considerada como una simple mercancía, sometida a las leyes del mercado, y cuyo valor oscila en función de la oferta y la demanda. Todo se negocia y todo tiene un precio. Los media, sujetos a un proceso de reconcentración monopólica, son parte de los principales vehículos para imponer la nueva religión del pensamiento único; los ejecutores de una empresa de masificación y uniformización de las conciencias.
La ideología de los “fundamentalistas del mercado” –como les llama Aldo Ferrer–, penetra cada día en las casas de los ciudadanos de a pie a través de los telediarios. Cual nuevos ayatolas, los informadores de los noticieros de televisión adquirieron una influencia desmesurada y sus comentarios totalizantes, dirigidos a crear una realidad virtual, ahistórica, sin memoria, condicionan y modelan a una masa de televidentes cautivos. Montada como espectáculo, la noticia se dramatiza y el presentador único (el hombre-ancla) es la vedette: nos revela la noticia y, al mismo tiempo, nos dice qué hay que pensar de esa noticia
Lo que queda claro es que sin el apoyo y el control de la televisión , sobre todo, pero también de cadenas de radio y diarios , medios de internet de todo tipo y estilo, las grandes corporaciones mediáticas, bancarias y otras de todos los elementos cruciales de la sociedad política bajo el modelo neoliberal capitalista de libre mercado, tendrían más difícil, posiblememte, el controlar las maneras de pensar ( y por tanto de actuar y vivir en sociedad ) de millones de ciudadanos-consumidores -satisfechos o in satisfechos eso es lod e menos para el modelo- en estas democracias de mercado EN LA GLOBALIZACIÓN posmoderna, por utilizar conceptos ya implantados por la maquinaria ideológica del presente en nuestro imaginario( otro concepto- metafísico e idealista,pero funcional, donde los haya- muy políticamente correcto y apreciado por la mayor parte de intelectuales orgánicos del modelo dominante: idealismo a la neohegeliana manera - ver una muy sugerente crítica a este tipo de idealismo en el artículo que firma Tomás García en la revista El Catoblepas ) . Obviamente cuando la TV no se da abasto, hay que llamar a los policías de todo tipo ( incluyendo a las policías del pensamiento, en el sentido de Orwell) pero más que nada a los especialistas en seguridad. Es decir: cuando falla el circo, hay que recurrir al palo duro
y la reconquista de la UNAM impartida en la Universidad Veracruzana, de la ciudad de Xalapa, capital del Estado de Veracruz(México) en el año 2000 En ambos ataques fueron decisivos dos poderes de la sociedad política: el ejército y el ejecutivo No pdemos sin ambargo dejar a un lado el papel del cuarto poder , los medios de comunicación, en tales ataques contra la Universidad Nacional Autónoma de México y lo que su presencia social y política en México implica como centro de formación de estudiantes universitarios y de investigación en las diferentes áreas científicas y culturales.Y debemos destacar de entre estos medios el más poderoso , visto desde su fuerza en tanto poder para controlar y manipular el mundo social real de los cuerpos políticos y sus diversas capas y vetores internos , ascendentes y descendentes en una dialéctica que hace en el presente que la televisión de ete presente sea un elemento esencial para mantener el Poder dominante en todas las ramas necesarias para una duración efectiva de las democracias de mercado en tanto ellas son el modelo que se pretende consolidar ideológicamente como la UNICA VIA O CAMINO HACIA LA LIBERTAD Y LAS GARANTÍAS de los ciudadanos Quisiera poner a continuación algunos párrafos tomados de la mencionada conferencia del periodista y analítico político Carlos Fazio en los que se refiere a algunas caracterizaciones críticas sobre el modelo de la que podríamos definir como teledemocracia, en el sentido materialista y crítico que le dan algunos autores como Noam Chomsky (Manufacturando el consenso ) Edward Herman ( con Chomsky: Los guardianes de la libertad y su Los Medios Globales, con Robert Mc Chesney) o Gustavo Bueno en libros como Televisión: apariencia y verdad o Telebasura y Democracia TEXTO DE CARLOS FAZIOEl mensaje esquizoide del gobierno fue propalado, de manera principal, por una televisión que idiotiza a la gente mediante la manipulación y la simulación –para utilizar los conceptos del crítico alemán Hans Magnus Enzensberger– difundiendo la falta de lógica, entorpeciendo el pensamiento abstracto, invitando a perder la memoria y la imaginación.
El juego sucio lo hicieron los profesionales de la lágrima. Los cultores del ditirambo del poder. Los campeones de la trivialidad, histéricos del rating. Escandalosos conductores histriónicos que a diario nos presentan una caricatura de la realidad. Los nuevos policías del pensamiento que nos adelantaran George Orwell y Aldus Huxley. Los obsequiosos vengadores públicos de la pantalla chica, nuevos apóstoles del linchamiento colectivo.
Desde que la televisión tomó el poder, la imagen determina la realidad. En nuestro mundo de hoy si no hay imagen no hay realidad. Sólo lo visible merece información. Lo que no se ve, no aparece en la televisión. Por lo tanto, no existe. En los dos últimos decenios, la televisión pasó de ser “un instrumento del poder” para “manipular los espíritus” en beneficio de la clase dominante, a ser el medio que determina la información, la norma, impone su orden jerárquico y sus tiempos.
Históricamente, la prensa se construyó “contra” el poder político. Fue una comunicación liberadora. Hasta hace poco informar era proporcionar la descripción precisa y verificada de un hecho, y aportar un conjunto de elementos de contexto que permitieran al lector comprender su significado profundo. Hoy, bajo la dictadura de la televisión, informar es “enseñar la historia sobre la marcha”, nos dice Ignacio Ramonet.2 O sea, hacer asistir al teleespectador, al ciudadano –si es posible en directo– al acontecimiento.
El acto de “telever”, señala Sartori,3 ha provocado un cambio en la naturaleza del hombre: sometida a la primacía de la imagen, la sociedad está condenada a “ver sin entender”. La televisión produce imágenes y anula conceptos y contextos, y de ese modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender. “La imagen no se ve en chino, árabe o inglés; se ve y es suficiente”. Así, la ignorancia casi se ha convertido en virtud. La imaginación se ha cosificado.
En México, por ejemplo, para “explicarnos” la realidad están los conductores estrellas de los noticieros de Televisa y TV Azteca y “los cuatro hombres de negro” de Canal Once. Se trata de un “videopoder fantasma” que vive en amasiato con el poder político, en una relación de mutuo beneficio. Una televisión manejada por individuos con bajo nivel intelectual y profesional, lo que para Sartori equivale a “otorgar mucho poder a un chimpancé”. Esa televisión construye la actualidad y condena prácticamente al silencio y a la indiferencia a los hechos que carecen de imágenes. Pero, además, un hecho es verdadero no porque corresponda a criterios objetivos, rigurosos y verificados en las fuentes, sino por la mera repetición de una noticia, aunque ella haya sido construida sobre mentiras. El ejemplo clásico es el de la Guerra del Golfo, que hoy sabemos constituyó una gran manipulación, “una fantástica operación de mistificaciones y censura”, montada sobre un discurso propagandista.4 Lo mismo ocurrió después con la saturación de noticias sobre los “bombardeos humanitarios” y los “misiles estúpidos”5 del Pentágono y la socialdemócrata Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra la ex Yugoslavia, para acabar con el nuevo “monstruo”: Slobodan Milosevic.
La ideología de la comunicación total –esa especie de “imperialismo comunicacional”, le llama Ramonet– tiene como eje el periodismo televisivo y está estructurada como una ficción. Se rige por las leyes del espectáculo estilo Hollywood; no está hecha para informar sino para distraer (infotainment). Es la industria del entretenimiento metida a hacer política para reproducir sus intereses corporativos. Así, los noticieros no informan, subinforman. Con lo cual los ciudadanos no pueden formarse una opinión sólida acerca de la vida pública. En este sentido, la televisión cumple una función despolitizadora.
Muchas noticias no se ofrecen, porque para los nuevos amos de la realidad virtual no son “video-dignas”. A su vez, los informativos de TV presentan una rápida sucesión de acontecimientos breves y fragmentados, lo que produce un doble efecto negativo de sobreinformación y desinformación. Hoy la información es superabundante y nadie la controla. Pero esa “pseudoinformación diluvial, confusa y descontextualizada” cierra el acceso a la realidad, sostiene Horst Kurnitzky.6
A esto se suma la excesiva personalización de los periodistas –el conductor “estrella”–; la prioridad otorgada al sensacionalismo, al amarillismo y a la “nota roja”, y la práctica sistemática del olvido o la amnesia. Porque los media le declararon la guerra a la memoria y, seductores, distraen a los ciudadanos en nombre “del mejor de los mundos posibles de toda la historia”, apartándolos de la acción cívica y reivindicativa.
En los tiempos del neoliberalismo triunfante, con su nuevo sistema mediático, la información está considerada como una simple mercancía, sometida a las leyes del mercado, y cuyo valor oscila en función de la oferta y la demanda. Todo se negocia y todo tiene un precio. Los media, sujetos a un proceso de reconcentración monopólica, son parte de los principales vehículos para imponer la nueva religión del pensamiento único; los ejecutores de una empresa de masificación y uniformización de las conciencias.
La ideología de los “fundamentalistas del mercado” –como les llama Aldo Ferrer–, penetra cada día en las casas de los ciudadanos de a pie a través de los telediarios. Cual nuevos ayatolas, los informadores de los noticieros de televisión adquirieron una influencia desmesurada y sus comentarios totalizantes, dirigidos a crear una realidad virtual, ahistórica, sin memoria, condicionan y modelan a una masa de televidentes cautivos. Montada como espectáculo, la noticia se dramatiza y el presentador único (el hombre-ancla) es la vedette: nos revela la noticia y, al mismo tiempo, nos dice qué hay que pensar de esa noticia
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